Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Castillos, paradigmas de la personalidad

Los castillos demuestran la reciedumbre y creatividad del pasado, la sensibilidad del presente y la vocación del futuro. Loarre y Montearagón, que ayer celebraron sus días evocando las hazañas pretéritas y reivindicando las necesidades para el futuro, constituyen dos expresiones diferentes -pese a la confluencia en las épocas y los hitos pretéritos- de la voluntad de las gentes del territorio de perpetuar la personalidad de la que nos han dotado. El uno, enhiesto magníficamente, conservado de una forma admirable aunque por supuesto requiera intervenciones, y consecuentemente lugar de auténtica peregrinación para los amantes de la historia, de la cultura, de la naturaleza y de otras disciplinas como el cine o la literatura. El segundo, el más próximo a la capital, sediento de obras con las que recobrar la salud de la estructura, de las estancias y del entorno. Del primero, todos nos enorgullecemos porque es estandarte no sólo de la oferta turística, sino de la autoestima, y es que ya cuando lo vemos en lontananza su figura nos impresiona y nos emociona. Montearagón tiene que volver a conquistar los corazones oscenses, pero con una diferencia y es que todos, desde los ciudadanos hasta fundamentalmente las instituciones, estamos concernidos en la perentoria exigencia de su recuperación, de manera que luego podamos presumir de haber resarcido al monumento de la dejadez a la que fue sometido durante generaciones y, de paso, de proyectar su trascendencia y su belleza al mundo, Estos castillos, como el resto del patrimonio histórico de nuestra tierra, enorme, incomprensiblemente desconocido para tantos y tantos, han de ocupar la centralidad de nuestras atenciones y de nuestra sensibilidad. Si no identificamos nuestras raíces, difícilmente sustentaremos con solidez nuestro porvenir.