Opinión
Por
  • José María Borrel Martínez,Presidente del Colegio de Médicos de Huesca

Dos caras de la eutanasia

Recientemente asistíamos casi casi en directo a lo que se nos presentó como lado romántico de la eutanasia. En una acción compasiva, una persona ayudaba a morir, o acababa con la vida de otra para evitarle sufrimientos. Ese mismo día muy poca gente veía en la letra pequeña de las noticias que un adolescente se quitaba la vida por una combinación de desamor y acoso escolar. Casi nadie relacionaba ambas cosas, ni se paraba a pensar que el suicidio es la primera causa de muerte de nuestros jóvenes, el doble que los accidentes de circulación, ni a qué es debido.

No voy a entrar ahora a fondo en el debate que hay instalado, fomentado y prostituido al mismo tiempo por bastardos intereses partidistas, acerca de la eutanasia, del suicidio asistido, de las tremendas carencias de la atención sanitaria al final de la vida, de la ausencia de una política de salud mental que evitara tanto suicidio de jóvenes y de adultos, de la presencia ya de hijos modificados genéticamente y de tantas y tantas cosas relacionadas con la vida humana y con la muerte que, repito, son tratadas por nuestras autoridades como componentes ideológicos de los dos polos políticos antagónicos a los que nos quieren llevar.

Hoy sin embargo nos despertamos con un lado mucho más cruel de la eutanasia. Una joven holandesa ha consumado su decisión de morir por el tremendo sufrimiento que le provocaba continuar viviendo. Y ciertamente no tenía que ser fácil. Violada y víctima de abusos en su infancia y adolescencia, procuró seguir adelante durante años hasta que no pudo más. Tenía 17 años y jamás pudo superar el trauma psicológico que eso le generó. Hay que ser completamente amoral para no recapacitar al menos un momento en este hecho.

Nadie fue capaz de protegerla de niña, nadie. Siempre podremos escudarnos en que es imposible esa protección, esa garantía absoluta para todos, para todas, sin una restricción de libertades que tampoco deseamos. Puede servir como excusa, o más bien como alivio de conciencias. Pero es que luego nadie ha sabido recuperarla para esta sociedad de la que tanto presumimos. Aquí ya no hay excusa. La única opción que se le ha sabido proporcionar es facilitarle la salida. Ni gobiernos, ni servicios sociales, ni sanidad, ni organizaciones de ayuda mutua, ni amigos… nada de nada. ¡No te preocupes ciudadana que a pesar de todo tenemos la solución a tu problema! Una sociedad que ante este drama solo tiene estas soluciones es una sociedad enferma, lo miremos como lo miremos. Y estamos hablando del modelo de sociedad más perfecto de los conocidos hasta ahora. Cuesta seguir escribiendo pero hay que decirlo. No es un problema de supuestos progres y supuestos fachas, es una realidad con muchos componentes y un papel fundamental de los valores morales, le pese a quien le pese.

Hay que debatir acerca de la vida y de la muerte pero al margen del reparto de escaños, desde la sociedad, con el ciudadano como objetivo. Ojalá seamos capaces de hacerlo, y no solo por nuestros jóvenes, la vida la amamos todos y a la muerte también llegaremos todos.