Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Un paradigma incuestionable

Rafael Nadal es un paradigma incuestionable para los españoles. Al menos, para aquellos que no buscan explicaciones retorcidas a los comportamientos ejemplares. Su vida, su trayectoria, su conducta están por derecho propio en el pensamiento colectivo e individual de la ciudadanía y de cada uno de los individuos. Saber perder es una virtud, pero saber ganar sosteniendo la humildad y un comportamiento admirable acrecienta la figura del mejor deportista de todos los tiempos. Sus declaraciones son medidas, mensuradas y loables, incluso en aquellas ocasiones en las que se buscan respuestas simples a preguntas sobre cuestiones tan complejas que reducirlas a un planteamiento sencillo no es sino una trampa para extraerle contestaciones políticamente incorrectas.

Tan discreto fuera de la pista como explosivo en ella, sus escasos pronunciamientos en circunstancias delicadas de la política o la actualidad nacional están impregnados de cordura. Unidad, responsabilidad y vocación de servicio. Rafael Nadal es la expresión del valor del trabajo en equipo. En una disciplina tan dada a los egos y a la atribución de los méritos a uno mismo, cuando ayer alzó la duodécima copa de Roland Garros dio todo un recital de señorío y de amplitud de miras. Dedicó el gran triunfo a la familia, a sus colaboradores, al público y al rey emérito, presente en las gradas por la amistad que les une, junto a la Infanta Elena. El tenista es la manifestación preclara de que, en la vida, unas veces se gana y otras se aprende. Y el entendimiento de los reveses es el comienzo de la recuperación, siempre con espíritu deportivo, con empatía con el rival, con respeto general. Tolerancia para la convivencia. Y bonhomía para guiarse con ética y grandeza. Lecciones de un señor que toca el cielo y vuelve de inmediato al suelo de los humanos.

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