Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Mantener la llama viva

Las pasadas elecciones generales registraron una participación difícilmente repetible. La ciudadanía decidió que el momento político demandaba su actividad para depositar su sufragio en las urnas para clarificar una oferta de partidos fragmentada como no se conocía hasta este momento. Con mejor resultado para unos que para otros, el veredicto del cuerpo electoral fue el que nos ha conducido hasta la situación actual, en la que la falta de acuerdo ha conducido al candidato más votado a advertir de que es posible una repetición de comicios en otoño.

La legitimidad en las posiciones, que emana de la legalidad que es principio definitorio en un Estado de Derecho, autoriza a los depositarios de la voluntad popular a ejercer sus políticas pensando en sus seguidores y también en sus estrategias. Nada es reprochable más que la deslealtad. Pero también es cierto que cada acción humana tiene sus consecuencias. Como espetaba Jean Paul Sartre, "quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es". Implica, por tanto, que tanto quien está llamado a ocupar el gobierno y aquellos a quienes el sufragio les ha situado en un espacio distinto -como sostén gubernamental o en la oposición- también han de calcular las repercusiones de la determinación que adopten. En cualquiera de ellas, existe un factor de riesgo, pero se nos antoja especialmente sensible el retorno otoñal a un proceso de estas características, primero porque una cierta provisionalidad se ha instalado excesivamente, y segundo por cuanto el entusiasmo de los votantes es sólo presunto, no es infinito ni inconmensurable. De ahí que, para mantener la llama viva, hagan señores líderes un ejercicio de reflexión, actúen en coherencia y, luego, sométanse al juicio popular. Sea cual sea.

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