Opinión
Por
  • JESÚS MURO

A los Padres Jesuitas de Huesca

Cuatrocientos años hace que a Huesca llegaron los Jesuitas, y con nostalgia y tristeza el próximo 30 de junio parten hacia otras tierras. Han dedicado todo por San Vicente nuestro mártir: encuentros, trabajos, fiestas, reuniones, conciertos, confesiones, conferencias, rosarios, hora santa, eucaristías… Todo, con una devoción a la que llamaba cada vez la bendita campana con sonido de oración.

A D. Fernando de la Sala, D. Millán Arroyo, D. Carlos Sancho, D. Luis Añorbe, les da mucha pena marchar, pero aún nos da más a los de Huesca no poderlos acompañar.

Con su misión, a otro destino se van a celebrar, Dios quiera que algún día, felices, puedan regresar.

La Iglesia de la Compañía en Huesca ha sido muy venerada, y también por los pueblos de toda la redolada.

Celebran la Eucaristía con humildad y fervor, por eso a los fieles cala hondo su sermón. Más de cincuenta años asiduos a la Eucaristía, ahora echaremos de menos su agradable compañía.

A las siete de la tarde, nunca faltó la exposición de hora santa. Allí con el señor expuesto, el devoto ora y está atento. Este templo, tan cercano y hermoso, será siempre centro de oración, para que el feligrés que lo desee, entre a rezar con devoción.

Por tantos años de servicio a Huesca, a los padres Jesuitas les damos las gracias, no sin antes decirles que recen por nuestras almas.

La Virgen María y San José quedarán agradecidos, muchas tardes le cantaban la salve a coro y bien unidos.

El corazón de Jesús, la virgen y San José presiden la Compañía, ellos los despedirán con emoción y armonía.

San Vicente, el santo patrón, les llevará por buen camino, él intercederá para que les den un buen destino.

En la nueva residencia, deseamos a los cuatro paz y bien estar; nosotros, desde aquí, no los podremos olvidar.

Los asiduos de Huesca húerfanos se van a quedar. Sus padres confesores ya no pueden esperar.

Los sacristanes Miguel Ángel y Sebastián seguro que también los echarán de menos, a su casa van cada día a ayudarles, como si fueran hermanos.

Dos eucaristías los laborables, tres los domingos y festivos, para que todos así nos sintamos bendecidos.