Opinión
Por
  • LUIS BUISÁN VILLACAMPA

El juguete roto

Proyecto la película de mi vida y detengo la imagen en aquella escena del colegio, donde en un libro ejemplar había un capítulo titulado "El tren roto". Allí les habían regalado un tren de juguete a unos niños. Primero jugaban con él; luego, como les gustaba mucho, todos querían que fuese suyo. Tiraban del tren con fuerza unos a un lado y otros al lado contrario, hasta que el juguete se rompió a cachos. Rompían el tren y la camaradería; así disfrutaban. Pues así es el juego de la lucha por el poder, representada y liderada por los nuevos políticos, hijos de la Constitución y la democracia. Dos piezas fundamentales que las rompen a tirones y manoseo. Rompen la izquierda, la derecha, y el centro se tambalea. Pero, ¿el centro existe Algunos incluso buscan romper la Monarquía, para traer otra república a la española. No hemos aprendido ni escarmentado. Tantos libros sobre aquella maldita guerra, tan pocos sobre las repúblicas fallidas, tantos partidos políticos hoy de todas clases y colores, un ciento y la madre, distintos, pero en el fondo iguales. ¿No era razonable y mejor el bipartidismo A veces más vale malo conocido? Hay demasiados políticos, opinantes y tertulianos. ¡Cuánto saben! Nos dan lecciones de democracia, pero la maltratan haciendo camino. Es precisamente lo que desean algunos. En los primeros tiempos de nuestra democracia hubo jefes de Estado capaces de rehacer este país después de una guerra civil y una dictadura. Luego llegaron unos chicos con ganas de jugar a la política y dispuestos a romper la Constitución, la democracia, la economía, la convivencia; la paz social. En dos palabras: romper España. No tienen ni idea de lo que fue la Transición, lo que se vivió en aquellos cruciales días. Parece que ni les importa. Por eso no la valoran. Dicen que quieren hacer una España moderna y la deshacen sin tener recambios para el cambio. Tienen mucho que aprender para gobernar España. Les votamos sabiendo que empezaron siendo politiquillos y no han llegado a buenos políticos. Mucho menos a estadistas. Los ideologizados votantes tampoco espabilamos. El pueblo come de la economía, no de las ideologías.