Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La cultura de la fragmentación

P EDRO SÁNCHEZ proclamó ayer a los cuatro vientos que quiere apretar el acelerador porque España necesita un gobierno ya en el mes de julio, sin más demoras, por razón de la conveniencia de la economía frente a una interinidad que en nada beneficia la evolución de los indicadores. La investidura se está resistiendo más de lo que hubiera cabido esperar tras el escrutinio electoral. Pese al claro triunfo del candidato socialista, la fragmentación ignota hasta estos momentos de la historia demanda unas respuestas que la cultura de la negociación española no tiene todavía. Si fuéramos capaces de colocar un hito en el centro del espectro político y diferenciar a diestra y siniestra, nos daríamos cuenta de que la igualdad de las partes es paralela a la complejidad de satisfacer los requisitos y las apetencias de los actores que se sientan en la mesa del diálogo virtual. En la derecha, pesa además de la lejanía programática la memoria de los desencuentros con el hoy aspirante. En la izquierda, el anhelo de tener un peso específico en la nueva configuración a través de lo que se ha venido a llamar gobierno de cooperación, todavía lejos de su definición exacta. Y, en el espacio indefinido de la pura conveniencia, los soberanistas que usan calculadora y caña sin más querencia al interés general de los españoles que el que se circunscribe a las cuatro paredes de sus comunidades.

Con estos mimbres, resta un mundo para hacerse con una cultura del pacto en medio de esta imponente diversificación, porque el juego de ofertas y cesiones no se ajusta. España, efectivamente, no puede estar al albur de tacticismos porque necesita una estrategia para responder a los desafíos nacionales y mundiales, que demandan mucha más altura de miras y mayor apertura de horizontes. Tirar la línea al foco y, cuando esté recta, seguir su trayectoria. Coherencia.