Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Enrique, nos quedamos tu sonrisa

Enrique de Ossó era partidario de la teoría de Shakespeare: es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada. Si a la expresión afable, le acompaña una sucesión de notas musicales pulcramente hilvanadas, se abrazan las metas con fluidez. Es lo que ha definido su vida, desde la profesional en un concesionario de vehículos, hasta fundamentalmente su contribución magnánima a elevar la cultura en general y las manifestaciones del folclore en particular. En el currículo de Enrique reza que apenas tenía 13 años cuando protagonizó la colocación de la primera piedra de una gran obra, la fundación de la Agrupación Folclórica Santa Cecilia. Bailaba con su hermano Mariano con la agilidad de una gacela y la fortaleza de un aragonés recio, enjuta su constitución, robusta su voluntad. Y, sin embargo, derivó su dedicación hacia la cuerda, la guitarra, la bandurria o el laúd, a los que destinó esfuerzo, ingenio y pulcritud en el camino hacia el virtuosismo.

Tan desprendido fue Enrique que, además de acudir a cada llamamiento de los ceciclios y de la música, se entregó en cuerpo y alma 32 años a la presidencia de la Agrupación, responsabilidad que compaginaba con las clases en la Escuela Municipal de Música y Folklore, además de arrancar los sones más sutiles en la Orquesta Sertoriana de Pulsa y Púa. Sus familiares y amigos son conscientes de que tanto daba que resultaba difícil corresponder a tanta generosidad. Adelantado a su tiempo, él, que tanto admiró los cimientos de sus predecesores, fue maestro del difícil arte de tañer, entre las notas más armónicas, el gran instrumento de la amabilidad, de la bonhomía. Y, bajo el manto de la humildad, hacía resplandecer la ciudad porque su humanidad llenaba la vida de atmósfera positiva. Descansa, Enrique, y gracias por legarnos tu ánimo.