Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Una fortaleza de la que no hay que abusar

Los españoles somos grandes expertos en el ardid de la mofa y la befa. Nos cuesta poco reírnos de algunos de nuestros contratiempos cuando estos, naturalmente, no conllevan efectos trágicos. De ahí que no sean pocos los chistes y las chanzas sobre la buena evolución de la economía en un tiempo de interinidad gubernamental que debiera inquietarnos porque la fortaleza de la inercia no se perpetúa eternamente. Con presupuestos prorrogados, detenida la maquinaria de las reformas que no han dejado de ser imprescindibles -sino al contrario-, con una estructura muy mejorable del tejido productivo, la previsión de crecimiento desde la Comisión Europea, sin embargo, revela una situación relativamente confortable. De hecho, ha elevado hasta el 2,3 %, en dos décimas, el vaticinio del comportamiento de nuestro país en el presente ejercicio, mientras que para el próximo estima que se situará en el 1,9 %. En estos guarismos, que antaño hubieran servido apenas para crear un puñado puestos de trabajo, el empleo puede seguir siendo activado en ese empeño obligado de reducirlo hasta la concurrencia en porcentajes propios de nuestro entorno.

Sin embargo, en el momento en el que los vientos de cola varíen su orientación, nos podemos hallar con una dificultad en la respuesta debida a la demora en la constitución de las instituciones. A estas alturas, estamos seguros de que la fragmentación parlamentaria e institucional en los distintos ámbitos ha pillado a las diferentes formaciones sin una cultura arraigada con la que desenvolverse en el terreno de un diálogo más complejo pero plagado de oportunidades. Cuando se dispersan los discursos, hay que respirar hondo, volver a mirar al objetivo del interés general y reconducir las conversaciones pensando que los ciudadanos no perdonan la deslealtad en la ruta del bienestar.