Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La paradoja de una autovía lenta

Son las autovías unas comunicaciones pensadas para ofrecer al usuario una notable agilidad en sus desplazamientos, de manera que paralelamente se consigue minimizar el tiempo y avanzar espectacularmente en una cuestión sustantiva en la circulación: la seguridad vial. Paradójicamente, la construcción de la A-21 ha sido endemoniadamente lenta. Se agradece, y mucho, que de cuando en cuando irrumpa el ministro de turno para poner en actividad alguno de los trazados, en este caso ayer el titular de Fomento, José Luis Ábalos, que recorrió bajo un sol de justicia una parte del trayecto de más de nueve kilómetros y aprovechó para anunciar que a finales de año contaremos con otro nuevo trecho.

Más que para lamentaciones, porque éstas no conducen más allá de la melancolía, es tiempo para reclamar la máxima diligencia en los trabajos y en las consignaciones presupuestarias para que las obras lleven un ritmo adecuado. En esta vía rápida, hemos comprobado la diferencia sustantiva en la ejecución de las carreteras en la comunidad foral de Navarra y de las que dependen del Gobierno central, de tal guisa que son varios los ejercicios en los que se ha ocasionado el cuello de botella en el momento en el que se traspasan las lindes entre Aragón y la región vecina. Como ayer expresó el ministro Ábalos, existen muchísimas razones para avanzar a mayor velocidad en la construcción de una autovía. La primera, anteriormente aludida, es la de la velocidad. La segunda, muy importante, la de la reducción de los tiempos. Y la tercera, sustancial, el impulso económico que procura, que en el caso de la A-21 se encamina de manera prioritaria, aunque no única, hacia el turismo porque pone en conexión otras comunidades con el Pirineo, pero además porque abre un eje para el progreso.