Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El escalón comarcal

Tiene todas las condiciones el ámbito administrativo de la comarca para convertirse en una institución eficaz para el servicio al ciudadano, que no otra es la misión a la que han de enfocarse tanto la esfera política como la funcionarial. Su cercanía respecto a los problemas de los aragoneses favorece, de hecho, la resolución de problemas de muchos pueblos que, por sí solos, difícilmente podrían siquiera soñar con la disponibilidad de prestaciones a sus contribuyentes. En realidad, las comarcas debieran ser una perfecta maquinaria cooperativa en la que los esfuerzos de muchos ofrecieran rendimientos para todos. Desafortunadamente, no han tenido una existencia fácil desde la aprobación de la ley que las creaba, en buena medida por la dificultad de las transferencias competenciales que no siempre llegaron de la mano de los traspasos de recursos, y también por la querencia en coyunturas de crisis a cerrar el grifo por estos cauces.

Herederas de las viejas mancomunidades, algunas de ellas brillantes servidoras de lo público y extraordinarias en la aplicación de ese sabio consejo de poner los máximos huevos en la cesta para que la producción se multiplique, están necesitadas, ahora que estrenan mandato, de una vocación resiliente que ha de emanar de una nueva forma de actual más pensada en la práctica que en la prédica, más en el diálogo como en los pueblos que en las grandilocuencias verbales de las urbes. Exigentes con las administraciones de escalones superiores, deben ganar terreno en beneficio de la calidad de vida de sus ciudadanos, que a su vez han de adquirir consciencia de que no son instituciones floreros sino que, por el contrario, precisamos de sus virtudes de la proximidad y de la eficiencia.

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