Opinión
Por
  • ANTONIO NADAL PERÍA

Envejecimiento

Los inventos suelen ser algo bueno, o al menos con esa intención se crean. El programa de envejecimiento facial mediante inteligencia artificial, que estuvo de moda hace dos años y ha vuelto con gran aceptación popular, ya ha servido para algo positivo: ha hecho posible identificar a un joven chino de 21 años, desaparecido cuando sólo contaba con 3 años. El joven rechazó en un primer momento haber sido un niño secuestrado, pero la prueba del ADN ha confirmado que se trataba de él. Lo mejor de esta tecnología es que podría emplearse para encontrar a otros niños desaparecidos. Utilidad aparte, la aplicación de envejecimiento facial se utiliza como un juego, movidos quienes se prestan a ello por curiosidad. No es una aplicación muy complicada, pues suele limitarse a poner canas y arrugas en los rostros. Para una persona joven puede ser divertido verse de ese modo, que cree muy lejano, para personas mayores es peor la sorpresa. Si a uno no le gusta la imagen que podría tener de mayor, cuidarse la salud sería un buen efecto, aunque los jóvenes no piensan en que un día serán mayores, viejos o ancianos, como lo prefieran. El susto de verse de repente en la aplicación con sesenta años más puede ser tremendo. La vejez es fea, una enfermedad incurable, progresiva y mortal. Comparas tu rostro a los 20 años con el que tienes a los 70 años y no te reconoces, son dos personas distintas, con apenas un mínimo parecido. Decir que siempre llevamos dentro el niño que fuimos es un consuelo inútil. Cuando llegamos a una edad avanzada ya ha desaparecido para siempre el niño, el adolescente, el joven y el mayor que fuimos. Muchos dicen que les gustaría volver atrás con la experiencia adquirida a lo largo de los años, otro imposible. Un día te miras al espejo con más detenimiento que hasta entonces y descubres con amargura que ya no presentas un aspecto joven, sino que el rostro está surcado de arrugas y el cuerpo empieza a doblarse. Las arrugas alrededor de los ojos, junto a la boca y en el cuello denuncian nuestra avanzada edad sin paños calientes. La vejez no consiste sólo en las señales que deja el paso del tiempo en el rostro. La vejez supone pérdida de salud, menos reflejos, movimientos lentos y torpes, pérdida de masa muscular, piernas débiles, debilitamiento de esfínteres, enfermedades y dolores varios, obsesión por los medicamentos y más circunstancias adversas.