Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Escorzos argumentales

Cuando la política se retuerce, llega un momento en que lo que parecía difícil de desenredar acaba convirtiéndose en un nudo inextricable. Es como las peleas de niños, que comienzan como un juego y acaban con heridas en lo exterior y úlceras sangrantes en lo interior, de tal guisa que la curación y las relaciones se alzan como un obstáculo apenas salvable. Hemos entrado en otro terreno de juego después de que fracasara la investidura de Pedro Sánchez, en la que el candidato a la Presidencia del Gobierno busca la complicidad de organizaciones sociales que acuden con su buena voluntad e incluso satisfechas de ser escuchadas en sus aspiraciones e inquietudes, pero acaso expectantes ante la habitual práctica posterior del olvido. No son ellas, ni siquiera con su presión, las que resolverán la situación.

Y, por otro lado, como sucediera en 2016 pero en una asimetría casi idéntica, en la parte de la derecha se procede a un intento de reconstrucción para buscar, a través del menoscabo de la capacidad para erigir una gobernanza del más votado, unas opciones que, no nos engañemos, tienden a cero. Exactamente como acaeció tres años atrás, ha habido un candidato que ha logrado una holgada mayoría y no parece que pueda haber más opción que la consecución de las alianzas imprescindibles para su objetivo o la repetición de las elecciones, que pese a todo provocan un cierto vértigo porque las certezas pueden llegar a chocar con el crecimiento de una apatía del electorado que acaso pudiera modificar las perspectivas y los escrutinios.

Los escorzos argumentales, muy propios de este corral de comedias en que se ha convertido nuestra política, habrían de utilizarse para el entendimiento y el interés general. Si no, la desafección puede planear.