Opinión
Por
  • MARÍA BEGOÑA SIERRA ACÍN

Un año más

El tiempo corre, vuela y el 6 de agosto fue mi cumpleaños. Se presenta un año más de repente, qué alegría me produce recordar que es un día dedicado a la Transfiguración del Señor. A los 35 días después de nacida, mis padres me hicieron el regalo más grande, el del Santo Bautismo y me pusieron por nombre María Begoña, sometiéndose en esto a la insistencia de unas monjas del País Vasco que se encontraban en la Clínica Santiago de Huesca en el momento de mi nacimiento. Escribiendo esto me doy cuenta de que nací varios años después de la II Guerra Mundial, que tanto oigo recordar a las personas mayores, yo pasé una niñez entre risas y juegos; siendo la mayor de tres hermanas y viviendo en un pueblo de la provincia de Huesca. Casi todos los lugareños de la zona, incluyendo a mis padres, traían el sustento a la casa trabajando en el mundo de la agricultura y ganadería. Yo, como soy la hija mayor, además de ir a la escuela me gustaba ayudar a mis padres tanto en la agricultura como en la ganadería de vacas de leche y terneros. La fiesta de cumpleaños que tengo preparada tiene que ver más con la alegría cristiana que con la carrera y preocupación por los regalos. El levantarme pronto, estar con las personas que me necesitan, oír misa, almuerzo con la familia, hacer una visita al cementerio para recordar y llevar flores a las personas que hoy no pueden estar presentes entre nosotros y cuando llegue la tarde, realizaré mi jornada laboral y luego a descansar.