Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Arraigo y, sin embargo, evolución

Arraigo no es inmovilismo. No sirve la nostalgia para disfrutar de San Lorenzo, aunque sí el recuerdo. La remembranza refuerza la autoestima y motiva, la melancolía paraliza. El laconismo nubla la riqueza de unas fiestas que, efectivamente, han sido tan ricas en matices y tradiciones que pueden invitar a la tentación de considerar que cualquier pasado fue mejor, cuando, en realidad, tan sólo fue distinto. Exactamente igual que no hay que ser tan mezquino de subestimar el gran valor del legado que nos han entregado quienes han puesto en nuestras manos los usos y las ideas para que hoy los laurentinos sean de dimensión nacional no sólo en un certificado sino en la visión que, desde fuera, se tiene de nosotros. Esto es, la reputación impecable de una ciudad que, en estos siete días, deslumbra a quien la visita.

Hoy, el Día Grande, constituye toda una exhibición de personalidad. Sí. El 9, la víspera, ayer, ha variado los hábitos en las dos últimas décadas. Los almuerzos se han incorporado definitivamente a las costumbres más apreciadas y el Saludo al Santo, reciente, tiene la virtud de que las peñas no olvidan la esencia y la raíz de San Lorenzo. Y, además, se colocan en el escaparate para reivindicarse como unas agrupaciones de voluntades que no sólo fueron cruciales para la concepción de San Lorenzo, sino que entre todos hemos de propiciar un movimiento resiliente para colocarlas en el centro de la acción.

Con la vibración junto a los Danzantes en una procesión que hoy simboliza tanto la religiosidad como el respeto y la fraternidad, Huesca proyecta la imagen de autenticidad que acompaña a todas las ciudades consolidadas por su cultura y por una historia fértil. El abrazo entre el pasado y el futuro en la fluidez de la pasión por la tierra y la tolerancia en las relaciones.