Opinión
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  • Diario del Altoaragón

San Lorenzo, un éxito seguro e incondicionado

Solo una quiebra sistemática e incontrolada de la convivencia podría alterar la consideración de la excelencia de las fiestas de San Lorenzo. Naturalmente, a todos se nos ocurren aspectos mejorables, pequeños pecados corregibles y actitudes merecedoras de reconvención, pero el balance exitoso es seguro e incondicionado. Quiere decir que el ciclo laurentino, fortalecido por la cultura y la personalidad arraigada durante siglos y particularmente durante las últimas décadas, no depende de una programación institucional o de la participación de organizaciones determinadas, por más que tanto una como la otra contribuyen –y deben hacerlo- a la consolidación del espíritu festivo que emana desde la calle.

Esta es la verdad apodíctica complementada por las actividades tradicionales, religiosas, musicales, taurinas, infantiles, maduras, deportivas… San Lorenzo brota desde la ciudadanía, que se erige en la directora de esta gran obra coral, en intérprete, en censora de las malas prácticas, en implacable juez de los incívicos. Son los oscenses y los altoaragoneses –porque este ciclo tiene que recuperar imprescindiblemente el protagonismo que la provincia ha tenido a lo largo de su historia- los que han sido capaces de dibujar un lienzo maestro que admirar y que disfrutar, en el que la alegría y el orgullo de la identidad propia es la herramienta vertebradora con la que conseguir unas fiestas que proyectan al mundo júbilo, hospitalidad y diferenciación. De ahí su reputación al alza, de ahí la estimación entre los grandes acontecimientos lúdicos de nuestro país, de ahí su consideración como una vivencia deseable a la altura de las más prestigiosas ciudades impulsoras del ocio. Es hora del análisis, porque las mentes reflexivas saben que todo se puede –y debe- optimizar, pero en la ofrenda y la despedida el regusto es dulce. ¡Viva San Lorenzo 2020!