Opinión
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  • Diario del Altoaragón

En la exigencia, tiempo de demostrar

En las condiciones más complicadas, más abrumadoras, más estresantes, es donde se percibe la capacidad de los buenos profesionales, sea cual sea la actividad. Son situaciones que demandan las cualidades que exige el oficio, imprescindibles en las marchas normales de los negocios, absolutamente insoslayables cuando se redobla la exigencia. Sucede en las fiestas patronales, como las recientes de Huesca, donde los establecimientos y su personal son sometidos a unos volúmenes superiores a los habituales. Y ocurre también ante el incremento de la ocupación hotelera y de la presencia de visitantes en las comarcas de la provincia, singularmente en las pirenaicas que prácticamente cuelgan el cartel metafórico de "completo".

Adquieren mayor dimensión las actitudes contra la corriente de los aluviones de clientes: el rigor, la sonrisa, el interés, el conocimiento y la atención. Para alimentar los comportamientos más idóneas, conviene poner el foco en los objetivos alineados entre la persona y la organización, con la seguridad de que la mejora individual engendrará en la suma un efecto de multiplicación de resultados que, además, serán sostenibles. Los turistas y los consumidores en general demandan hoy día unas respuestas y unas conductas que estimulen las emociones sin obviar, por supuesto, la racionalidad con la que somos capaces de reaccionar ante la realidad. En la búsqueda de experiencias, la amabilidad es un estímulo muy apreciado, en el ras de la eficiencia que tanto nos agrada. Cuando se multiplica la exigencia, hemos de concebirla como una oportunidad magnífica para demostrar a nuestros interlocutores que ésta es una tierra que merece la pena, que acompañamos sus encantos con excelencia, que envolvemos toda la estancia en la atmósfera de una vivencia inolvidable. ¡Todos al tajo!