Opinión
Por
  • MARÍA JESÚS TORREBLANCA

Aunque Antonio Claver se haya ido

Está la familia, están los amigos y están los compañeros, una raza aparte que tiene algo de las otras dos y que se caracteriza por estar siempre al quite. Son quienes trabajan a nuestro lado y comparten lo bueno y lo malo de una larga jornada, todos los días: te echan una mano cuando las circunstancias te van ganando la partida, te consuelan si el jefe te vapulea, son generosos con su tiempo y sus conocimientos y, cuando ven que no puedes más, saben quitarle importancia al momento, haciéndote reír. Si echamos cuentas, pasamos con ellos más tiempo que con nadie y acabamos teniéndonos ley.

Por eso, nadie quiere enterrar a un compañero; es como sepultar una parte de nosotros mismos, admitir que ya no existe y quedarnos sin un incondicional. En mi rebeldía, me niego a considerar que Antonio se haya ido. Por eso, he preparado en mi memoria un lugar para sus comentarios, hechos con voz ronca y en su peculiar dialecto monfloritano, para sus relatos, todos desternillantes, y para el convencimiento de que siempre, ?esté donde esté-, estará de mi parte. Me costará; lo sé, pero a cambio, mientras enchego el ordenador y miro si tiene cucos, mi corazón se sentirá ligero e intentaré hacer lo mismo que él: vivir y trabajar seriamente como si fuera una broma.