Opinión
Por
  • PASCUAL ASCASO

Tras el jolgorio, la calma

Y tras la fiesta llegó la calma y casi la parálisis de la ciudad, diría yo. Para unos, los jóvenes, aún les habrá sabido a poco los siete días de jolgorio, mientras que para otros, los mayores en general y aquellos que en su corazón llevan la pena por la pérdida de algún ser querido, hubieran deseado que la fiesta no llegase o que pasase como un soplo para volver a la vida cotidiana cuanto antes. ¿Cuántos de estos últimos no desearían el ocho de agosto estar a dieciséis Pero las cosas no son como uno desea sino como deben de ser para que todo el mundo tenga su oportunidad deseada y largamente esperada. Unas veces por unos y otras por otros.

Ahora, como siempre sucede, vendrán las valoraciones dispares dependiendo de quien las haga. Los organizadores seguro que dirán que todo ha ido según lo previsto, faltaría más, mientras que para otros, los organizados o consumidores de la fiesta, a buen seguro que echarán en falta algo que reclamarán ya para el San Lorenzo del próximo año. Y todo esto está muy bien porque las diferencias de criterio y la buena voluntad de todos, son los ingredientes necesarios para mejorar lo que siempre es mejorable.

Valoraciones aparte, lo importante según mi óptica es que todo se haya desarrollado en paz, armonía y respeto. Y esto habrá sido así si quienes han sido los vigilantes para que se cumplieran estas premisas de la fiesta, han sido simplemente observadores de lo que sucedía en la misma, pero sin necesidad de tener que intervenir en anormalidad alguna de calado por no existir ésta. Si esto ha sido así es que el civismo ha imperado y ha estado a la altura que merece, y todos se habrán divertido y habrán dejado divertirse a los demás como en justicia corresponde.

¡Qué pena que sin mediar discusión previa, al parecer, se haya llevado una vida por delante en plena fiesta!