Opinión
Por
  • MARÍA ELENA VIZCARRO

La bulimia del consumidor

El mercado se las ingenia no sólo para satisfacer cualquier necesidad razonable para una vida más digna, sino para convertir cualquier capricho en una necesidad, para crear multitud de necesidades innecesarias. Aparece la bulimia del consumidor, la necesidades compulsiva de comprar, de tener de todo y, hasta donde se pueda, lo mejor de todo.

El consumismo no conoce límites. También las ideas, los valores y hasta la verdad misma acaban por ser consideradas artículos de consumo y su utilización se atiene a la ley de la oferta y la demanda. Es, en palabras de Magris, la era de lo optativo: "religiones, filosofías, sistemas de valores, concepciones políticas, se exponen en las baldas de un supermercado y cada uno - según sus necesidades y deseos del momento- toma de un estante u otro las cosas que le parecen bien".

Como dice Yepes, se tiene la impresión de estar soportando las secuelas de una gran explosión, sobreviviendo entre los escombros de una cultura que se hubiera venido abajo entre fragmentos de realidades culturales que tuvieron sentido, pero que en buena parte se ha perdido.

Cada cual reconstruye a su gusto a partir de esos fragmentos; pero al haberse perdido el diseño original, la mayor parte de las reconstrucciones obtenidas carecen de funcionalidad. Este sincretismo, este gusto por las amalgamas heterogéneas es característico de momentos de crisis cultural y una defensa también frente al desbarajuste de un mundo que ha perdido consistencia, unidad y sentido, en el que se ha hecho difícil distinguir lo esencial y necesario.