Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El Plan Director del Monasterio de Sijena

La adjudicación de las obras de restauración de la capilla de la Inmaculada del Real Monasterio de Sijena representa la primera de las actuaciones que recoge el Plan Director del monumento altoaragonés, que el Gobierno se ha marcado como una prioridad para la presente legislatura. De hecho, en la anterior, ya se produjo una inversión global de un millón de euros en los antiguos dormitorios y la Sala Capitular. Hoy el complejo no sólo es visitable, sino que constituye uno de los grandes símbolos de la identidad de nuestra tierra y también es el paradigma del esfuerzo de muchas generaciones primero para erigir una obra extraordinaria, después para mantenerla y finalmente para recuperar una parte sustantiva de las piezas que fueron desarraigadas de su origen.

Aragón tiene la obligación, por muchos motivos, de dignificar al máximo el Monasterio de Sijena. En primer lugar, por su trascendencia en la historia de nuestra comunidad y de España. Segundo, por el valor artístico del conjunto y de cada una de sus estancias. Tercero, por lo que significa de reafirmación de la personalidad de un pueblo capaz de elevar los edificios más hermosos y con un significado sin duda especial que, con el transcurso de los siglos, ha podido variar en sus connotaciones pero no en la más profunda función que estimuló a quienes derrocharon ingenio y trabajo. Cuarto, porque nuestra comunidad autónoma no tiene que autojustificarse en su reivindicación de la devolución de las obras que cercenaban su integridad, pero tampoco ha de entregar argumento alguno que ponga en duda la voluntad de dotar de las condiciones más idóneas a un espacio que ha sido objeto de disputa dirimida por el Estado de Derecho. Hemos de disfrutar de Sijena porque en el monasterio se retrata nuestra naturaleza como pueblo orgulloso de sus raíces.