Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El movimiento vecinal

Hay que recordar que "los políticos tienen que contar con la sociedad civil para gobernar". Sociedad Civil por el Debate, la plataforma impulsada por Manuel Campo Vidal hace más de tres años, expresa la necesidad de favorecer que los ciudadanos y las asociaciones se presenten ante los poderes públicos con una voz colectiva. Para los malos gobernantes, sean melindrosos, sean autoritarios, sean ineficientes o mediocres, el movimiento social resulta inconveniente. Para aquellos que tienen voluntad cooperativa y sabiduría de lo que conviene a la comunidad que gestionan, disponer de una importante musculatura participativa es una contribución impagable no sólo a la optimización de la calidad de vida y del bienestar, sino incluso de manera egoísta puede ser una aliada extraordinaria para sus objetivos personales.

La ciudad de Huesca tiene un problema muy severo con las organizaciones vecinales. Cuatro de las ocho se hallan en unas circunstancias tan complejas que no es disparatado pensar que algunos de los barrios podrían quedarse sin representación. Echar la culpa a la administración, por más que su ayuda sea discutible en cuanto a la dinamización de estas asociaciones, resulta tan hipócrita como el protagonista de la fábula de las alforjas, que en la delantera aloja los vicios ajenos para tenerlos siempre presentes y en la trasera los propios para obviarlos. La desafección, por supuesto, incluye factores sociológicos como el individualismo y la incomunicación a la que nos hemos sometido voluntariamente utilizando, paradójicamente, las herramientas de la sociedad de la información. Pero hay más. El languidecimiento es un síntoma de dejadez, de falta de compromiso y de anulación de la conciencia de implicación en los asuntos de interés general. Y así es muy difícil salir de la atonía.