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  • Diario del Altoaragón

Sentar las bases para el sector del automóvil

El mercado no se doblega, se moldea o se retuerce a voluntad de las políticas, de los dogmatismos o los idealismos. Más bien, apela a la pragmática y al posibilismo, de tal manera que no existe opción de manipularlo con superficialidades ni falsas expectativas. Caen por su propio peso. Esto es lo que ha sucedido con el sector del automóvil, víctima durante el último año de la irresponsabilidad de una ministra que aventuró un final del diésel demasiado próximo para ser reemplazado por el vehículo eléctrico cuando este es, obviamente, un producto más de futuro que de presente. En la actualidad, España –ni gran parte del mundo- no cuenta con la infraestructura de electrolineras suficientes para atender un incremento de uso como el que reclaman incluso organismos internacionales que hablan más de una ilusión que de una certeza. Es más a fecha de hoy la modalidad de coches impulsados por esos propulsores no están suficientemente avanzados en ingeniería y en tecnologías, por lo que no resultan competitivos ni en precio ni en autonomía de funcionamiento.

El caso es que la apuesta por estimular un producto con futuro pero sin viabilidad a fecha de hoy ha propiciado una importante confusión entre los consumidores, y la incertidumbre no engendra sino retracción en la compra, disminución de matriculaciones como conocimos ayer y, si no se remedia, repercusiones negativas para toda la economía y para el mercado laboral. No es, ni mucho menos, de agoreros dibujar el escenario correcto, sino que ha de ser un acicate para modificar la línea argumental y de incentivos antes de lamentar males mayores. La movilidad venidera, sostenible y accesible, ha de ser objeto de un debate riguroso, sin intromisiones ajenas a sus expertos.

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