Elegía para un amigo
Solo su corazón, solo y herido/ espera en el andén de los regresos/ de la misma estación del que ya es ido.
Cabizbajo medita y con sus rezos/ a la tierra advierte que nunca olvide/ que prestados guarda tan nobles huesos.
Y aunque su forma de pensar no impide/ a la razón acariciar el cielo,/ ayuda al alma y entenderlo pide.
Presente su impotencia, es su flagelo/ y viste su dolor de rabia y duda,/ de recuerdos vanos y de recelo.
Elevarse quiere... ¡verdad... qué cruda!/ el lecho tan frío de la sepultura/ heló la amistad dejándola muda.
Y sin más compañía ahora, en su andadura,/ que el soliloquio triste, ante la ausencia/ de su espada, rompe la empuñadura.
El diálogo acaba... la confidencia,/ el silencio corta como guadaña/ pues la muerte ofende a la inteligencia.