Opinión
Por
  • MAR SÁNCHEZ RAMOS

Desencadenante

Ríos de tinta se han estado vertiendo estos últimos días respecto a la tragedia de un avión ucraniano acaecida en Teherán que, según el gobierno canadiense, fue derribado equivocadamente por el régimen iraní con un misil tierra- aire lanzado y, en el que la mayoría de los 176 pasajeros, eran canadienses.

Imbuidos por el momento a tope en todo tipo de investigaciones, lo que está claro es que se trata de un efecto desencadenante de la tragedia de este principio de semana, en el que los estadounidenses provocaron el asesinato selectivo de un carismático general iraní.

Ahora bien, pese a que los canadienses acusan sin paliativos a los iraníes como culpables, ya que deberían de haberse asegurado de que sus sistemas defensivos no hubieran tenido en la mira a aeronaves civiles, parte de esa culpabilidad se le achaca también al líder norteamericano, por su demostrado comportamiento altivo y soberbio así como por haber sido colaborador necesario para la creación del actual escenario bélico.

Y es que, además de que cualquier tipo de disculpa posterior por el trágico error es inaceptable y de que el presidente canadiense mantiene una relación muy áspera con él, la ciudadanía canadiense no sale de su profundo estupor por semejante y trágico desastre.