Opinión
Por
  • ANTONIO LASHERAS

Aprender a convivir con el caos

El trabajo nos ayudará a conseguir nuestros mejores sueños, pero además tenemos que blindarnos para que nunca se puedan hacer realidad nuestras pesadillas.

Hace unos días llego a mis manos un artículo en el que se recogía una relación de las que el autor entendía deberían ser las prioridades de un gobierno, si este, quiere trabajar y hacer el bien para su país.

Refiriéndose a la economía, el artículo decía; en economía hay una premisa que nunca deberíamos olvidar. "Conseguir los máximos beneficios, en el mínimo tiempo, y con la mínima inversión".

Por supuesto que en España la economía empresarial y particular sobrevive a gran distancia de la economía social.

La economía social no sabe de beneficios, ni de tiempo, ni de mínima inversión. La economía social está basada en el gasto compensatorio, tú que me aupaste al poder, te devuelvo los servicios prestados. Sí que tenemos urgencias que deberíamos solucionar, pero en política lo primero es lo primero, saldar los favores recibidos, bien sean de grupo o individualmente.

La economía social nace de los impuestos y si estos no cubren el gasto, la deuda nos abre la puerta para que el carro ande, a sabiendas de que esa andadura es errónea. "Porque en casa arruinada nunca llega buena añada".

Nunca he dependido de las prebendas sociales, por lo que soy un enamorado de lo privado, con el fin de ser útil a la vida. Y ya que Dios ha tenido benevolencia con mi salud poder devolver a la vida mucho de lo que recibí, intentando siempre no ser una carga para la sociedad.

Hoy en España tenemos una diversidad ideológica muy diferente a tiempos pasados, que en un gran porcentaje ve con malos ojos todo lo que lleva la marca de lo privado, sin hacer un análisis profundo para descubrir que lo privado paga mucho más de lo que recibe.

Hace unos meses un economista de reconocido prestigio escribió en la revista CODIGO84, un artículo que decía: "Si dejando fuera los jubilados y los enfermos, el resto fuéramos autónomos, España no tendría deuda.

Afirmaciones tan rotundas, nos dan idea de quién genera la deuda, de quién hace crecer la deuda y quién permite que la deuda esté en un camino ascendente y no en decreciente.