Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Un respeto a las tradiciones

Aseguraba el escritor André Malraux que la tradición es una conquista, no una herencia. Una certera definición que nos debiera servir para aprender y para actuar. En el momento en el que dejamos de respetarlas, estamos incumpliendo un pacto que debiéramos sacralizar con nuestros ancestros, exceptuando, naturalmente, aquellas excepciones en las que sus prácticas colisionan frontalmente con nuestras convicciones morales colectivas.

No es el caso. Las fiestas de San Vicente en Huesca pasan por la ciudad con más discreción de la deseable, si omitimos la escena costumbrista de la hoguera y el reparto de patatas y longaniza, apreciable en el sentido de que toda reunión ciudadana es deseable pero insuficiente para que el sentimiento vicentino sea capaz de doblegar la tentación en su preciso día de abandonar la ciudad para entregarse a otras -legítimas- elecciones de ocio que bien pueden cumplimentarse cualquier fin de semana del año.

No es achacable este cierto desdén, desde luego, a la institución municipal, que intenta con su programación desde hace años aferrar a los oscenses a la ciudad durante la festividad del copatrón, a través del folclore, de la música y de las muy recomendables visitas guiadas a los lugares vicentinos, que no sólo tienen un carácter pedagógico sino que nos explican algunas de las claves de la evolución de la capital altoaragonesa a lo largo de los siglos.

La evolución de los hábitos no constituye una actitud reprochable. Que otras manifestaciones próximas con muchísimo menos engarce en la historia de la ciudad sean esperadas con más pasión y entusiasmo es una decisión colectiva libérrima. Pero, al menos, conviene ser conscientes de que, abandonando tradiciones, nos dejamos arrebatar pedazos de carácter.