Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La emergencia climática y el rigor

Desafortunadamente, la actitud ante el cambio climático no puede uniformarse en el planeta por la diferencia de sensibilidades, de perspectivas, de políticas e incluso de visión científica, aunque también es cierto que paulatinamente la balanza se va inclinando hacia los que consideran dentro de esa comunidad que, efectivamente, es imprescindible pensar en un proceso de progresiva descarbonización y de paralización de las emisiones nocivas a la atmósfera. Podríamos asegurar, sin temor a incurrir en maximalismos, que el negacionismo se ha quedado para un reducto de irredentos que se tapan los ojos y los oídos para rechazar una evidencia que no admite las excusas de las esporádicas precipitaciones o comportamientos meteorológicos más propios de antaño. Con una mirada global, no hay ningún género de dudas y es tiempo ya de la acción.

Bien es verdad que para responder con eficacia a los desafíos que impone el difícil equilibrio que conduce a una sostenibilidad económica y medioambiental hace falta mucho más rigor que declaraciones grandilocuentes, porque éstas contribuyen a un cierto desconcierto y desconfianza que en nada ayudan a la causa. Que Donald Trump y Greta Thunberg se enzarcen en una pelea de reproches a cuenta de sus respectivas posiciones suena a chiste hosco. El primero tiene muy poca legitimidad en su discurso a pesar de que el mundo necesita que Estados Unidos se tome muy en serio las políticas de conservación natural. La segunda no es precisamente el mayor exponente de lo que necesita esta bandera, que es mucha ciencia, mucha meticulosidad, mucha estrategia y mucha determinación. Reconquistar pedazos de salubridad medioambiental es progreso y sostenibilidad, y es la comunidad internacional la que ha de abanderarla.