Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La fe que nunca perdimos en Carlos López-Otín

El despacho de agencia que recoge la manifestación de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España deja para el final lo que, en realidad, es el origen. Recuerda algunos de los principales logros científicos de Carlos López-Otín, como la identificación y caracterización funcional de 63 nuevos genes humanos importantes en cáncer, la participación en el establecimiento del concepto de degradoma y la construcción de modelos de ratones modificados genéticamente utilizados hoy en todo el mundo frente al envejecimiento prematuro. Y agrega su impresionante labor también en consorcios implicados en enfermedades humanas y genómicas del cáncer. Sin negar la institución académica que hubo alguna imperfección, para nada modificaban las conclusiones científicas, sometidas al "comportamiento ético y su rigurosa conducta científica", brutalmente golpeados por el menoscabo a su reputación y un daño impropio de un universo, el de los investigadores, que debiera huir de las mundanas abyecciones basadas en las envidias y las tentaciones aviesas.

Queda, con la autoridad que confiere el conocimiento y la meticulosidad de la Academia, contrastada la desafortunada práctica de la revista Nature, que retiró su premio al bioquímico por unas razones formales que en nada atañen al fondo y al contenido, que sumada a la nefanda destrucción del bioterio con el que experimentar, estudiar y descubrir nuevos remedios profirió un golpe que, de no ser por la fortaleza de sus convicciones, hubiera resultado letal. Hoy, quienes nunca perdimos la fe en Carlos López-Otín, un sabio renacentista, un benefactor de la humanidad, un alma generosa, podemos sentir la felicidad de un resarcimiento moral para quien profundiza brillantemente en la senda de los grandes científicos aragoneses.