Opinión
Por
  • ROSA MACHÍ PRAT

Ritual materialista

El otro día en una reunión de amigas, salió el tema de las próximas comuniones y el regalo que hay que hacer, te venga bien o no, si algún familiar te invita a una boda, comunión o bautizo. Porque hoy todo va a lo grande, por mucha crisis que haya sobre todo moral. No importa que los que invitan, no tengan la más mínima intención de centrarse en la esencia del sacramento que van a recibir y es la causa de la invitación; lo único que importa es la retahíla de regalos a cual más caro que van a regalarles y el soplar en caldo helado, pues la mayoría de estos anfitriones, gastan de prestado y muy por encima de sus posibilidades. Yo que soy antimaterialista total y mido a las personas por la categoría humana y moral que demuestran tener, y que cuando he tenido que hacer una celebración, para mí el mejor regalo ha sido la presencia de la persona invitada, al margen del cual haya sido el valor de su regalo, y actúo en consecuencia cuando soy yo la invitada, quise dar mi opinión respetando el proceder de cada uno. Me parece de un mal gusto sin precedentes además de abusivo exigir una cantidad poniendo como excusa el precio del cubierto. Eso tiene que ir a conciencia y posibilidades económicas del anfitrión y el precio del regalo no tiene por qué estar necesariamente condicionado al precio del cubierto. Lo importante en estas celebraciones religiosas no es el valor del cubierto, el de los regalos ni de la parafernalia que hacen, sino del compromiso y significado del sacramento que se adquiere. Si no se hace un banquete a lo grande, porque excede a nuestras posibilidades, se contrata uno más sencillo, o incluso una merienda de chocolate con churros, como antaño, creo que eso es más digno y noble que exigir sí o sí, so pena de quedar mal el pago excesivo de personas que no les viene bien, simplemente porque el vulgo lo hace con toda naturalidad y más si son familiares allegados que no pueden decir que no.