Opinión
Por
  • ENRIQUE SERBETO

Duelo de tramposos

Creo que ya utilicé esta expresión en uno de esos "articulejos" míos que tan amablemente acoge Diario del Altoaragón. Me refiero a la idea de que Pedro Sánchez está intentando engañar a todos, a los suyos y a los demás, y ahora mismo a los partidos independentistas catalanes prometiendo cosas que no puede -y no debe- conceder un presidente del Gobierno. Charlando el otro día en Benasque con una relevante personalidad del mundo de las finanzas en Aragón, llegamos a la conclusión de que lo único razonable que puede esperarse de esta sucesión de gestos innobles y humillantes que ha aceptado Sánchez es que se pueda establecer con toda solvencia la certeza de que se ha hecho todo lo humanamente posible por encontrar una salida dialogada, pero que ante la cerrazón de los interesados, se pudiese proclamar con toda legitimidad que por ese camino no hay solución alguna y que ante tamaño desafío al Estado lo único posible y razonable es aplicar la ley y el peso de la realidad.

Me temo que eso solo forma parte de mis deseos. Desde luego, Sánchez es un experto en engañar a todo el mundo, un maula "cum laude". Es de los que no le dice la verdad ni al médico y por ello es tan difícil saber si hace algo en serio o si vive en un perpetuo disimulo. Si yo fuera uno de los ministros de Podemos, me habría mirado la cartera a la vuelta de esta excursión de convivencia a la finca de Quintos de Mora. Me imagino que el tal Quim Torra, ese delincuente inhabilitado para ser diputado autonómico que se empeña en decir que es presidente de la Generalitat, también ha intentado darle un cambiazo a Sánchez, pero ahí no sé quién de los dos se lleva la palma intentando darle gato por liebre al otro. ¡Qué diferencia con lo que se ha visto en Francia en una situación algo parecida! Cuando los independentistas de Córcega quieren exigir algo al Estado, al presidente no se le ocurre ni por asomo ir a Ajaccio a intentar complacerlos, sino que la primera condición es que vengan ellos a París para ver si los reciben. En España es al revés, ahora que los dirigentes independentistas catalanes están peleándose como si fueran austrohúngaros y turcos, viene Sánchez a echarles una mano. También me gustaría que fuese una triquiñuela para incidir en sus contradicciones y para hacer que esa disputa fuera aún más destructiva para ellos, pero me temo que no van por ahí las cosas.

Tampoco me fío de los independentistas, ni siquiera cuando dicen en todas las lenguas y todas las televisiones posibles que volverán a cometer las tropelías por las que están en prisión. Lo suyo es aún más evidente porque no es que mientan como Sánchez, sino que ellos se creen las barbaridades que dicen, aunque sean cosas surgidas de su fantasía. Es decir, no mienten sino que deliran. Otra cosa es que Sánchez les ponga las cosas tan fáciles prometiendo que va a cambiar el código penal para suavizar el castigo por los desmanes por los que fueron condenados a vivir una temporada en la cárcel, que tal vez tengan razones para pensar que sus deseos se van a convertir en realidad. Como buenos populistas, todo lo fían a la vindicación de los votos, pero se olvidan de las leyes y las instituciones. Y como Sánchez no anda lejos de estos pensamientos y sus socios de coalición aún menos, es fácil predecir que unos y otros se van a enredar en este terreno tan inquietante.

Mientras terminaba de escribir estas líneas he visto la entrevista que le ha hecho a Oriol Junqueras en la cárcel mi amigo Jordi Évole, que es un buen amante de la provincia de Huesca y que tiene entre sus lugares preferidos el valle de Bujaruelo, lo cual demuestra un buen gusto bien desarrollado. Lástima que esta vez haya usado su talento para dejarse enredar por un farsante como Junqueras, al que -voluntaria o involuntariamente- ha acabado blanqueando inmerecidamente. Hizo aparecer a ese delincuente convicto como un bonachón apacible y rechoncho, que estaría dispuesto a dialogar hasta con Bin Laden en pro de la felicidad universal, pero, con la misma rotundidad que dice que es inocente, afirma que volverá a cometer los delitos por los que ha sido condenado. Pobrecito él, que no tiene más remedio que hacer el bien, rodeado de tanta injusticia. Daban ganas de mandarlo de misionero a Somalia, a ver cómo se las arregla.

En fin, que mejor hubiera sido que en vez de la entrevista a Junqueras me hubiera puesto Aragón Televisión para darme un atracón de jotas, que al menos es algo real y de verdad. No sé si Sánchez vio la entrevista, me imagino que al menos se la habrán contado y que ese mercenario del marketing político que tiene como jefe de gabinete habrá concluido que, si lo que busca está en manos de Junqueras, ya puede inventarse un buen truco para engañarle.