Opinión
Por
  • CONCHITA DEL MORAL HERRÁNZ

No cambiar los términos

s Y ahora eso está de moda, con lo rico que es nuestro idioma, es una pena que no empleemos el nombre propio de cada cosa. Pongo un ejemplo. Se oye decir a muchas personas: vivo con mi pareja. Y se les podría preguntar: pero pareja ¿de qué Para mí y para los que empleen bien el castellano, pareja puede ser una pareja de bueyes, una pareja de caballos, etc., pero querer equiparar eso al matrimonio, no es lo correcto.

El matrimonio está formado por un hombre y una mujer unidos para siempre, no en vano es un sacramento, hasta que la muerte los separe, esposo y esposa. Dejémonos de monsergas y vayamos a lo esencial.

Sabemos y lo hemos experimentado, que nuestra felicidad depende, aparte del trato con Dios, de cómo se viva la vida familiar, de cómo se comparte la intimidad en el hogar. La persona cuando tiene familia, tiene raíces y en ella se forman los hombres y las mujeres del mañana para que sean buenos ciudadanos, buenos profesionales, donde aprendan también valores humanos como la sobriedad, espíritu de sacrificio, preocupación por los demás.

Claro que hay jóvenes, hoy en día, que tienen inquietudes sanas de ayuda, de superación, de lealtad, de buscar la verdad, que esto es la verdadera libertad, pero si la familia no marcha bien y va cada uno a lo suyo, y en especial si los padres van cada uno a su bola, los hijos no encuentran apoyo, al contrario, pues son los que pagan pato y es una pena. Si los esposos son fieles, el uno al otro, el hogar será un remanso de paz.

Claro, requiere esfuerzo y dedicación, pero vale la pena.