Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La opacidad sanitaria, una amenaza

La opacidad que se registra en torno a fenómenos como el coronavirus está dibujando unos efectos aviesos que trascienden la razonable inquietud en torno a todos los asuntos que tienen que ver con la salud. En materia sanitaria, sensible como pocas, la transparencia es un imperativo que se abre paso cada vez que alguien pretende interponer obstáculos a la información o busca colocar cortinas de humo. Lo hemos comprobado en el ámbito doméstico y todavía adquiere una mayor dimensión cuando los fenómenos son planetarios. La suspensión anteayer del Mobile de Barcelona no es sino la constatación de cómo el miedo atenaza tanto la acción como destruye la capacidad de reflexión y de raciocinio. Incluso, cómo determinadas presiones constituyen un aliado perfecto para las intenciones más perniciosas, destructivas y opuestas al progreso.

Existe un deplorable sesgo cuando se interpretan los escenarios, especialmente cuando la calidad democrática eleva un paredón para ocultar las verdades. Nadie duda de que en China las consecuencias de la enfermedad son mucho más terribles de lo que se reconoce, exactamente igual que en Venezuela, en Siria o en tantos países en conflicto las muertes y las abyecciones se multiplican por las oficialmente admitidas. La gobernanza mundial no puede someterse a los cálculos cabalísticos para demorar la búsqueda de soluciones que bajo ningún concepto pueden provenir de administraciones nacionales más preocupadas por el enigma y la ocultación que por la aplicación de las medidas que, con bastante certeza, han generado con la desmesura de las ambiciones y de proyectos secretos que nos pueden estremecer. No podemos manosear hipócritamente determinados conceptos de moda mientras miramos hacia otro lado.