Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Avanzar hacia la plenitud de San Pedro el Viejo

L A RUTINA se convierte en la enemiga de la visibilidad de los escenarios más referenciales de una ciudad o de un pueblo. De repente, es como si surgieran unos "daimones" (apelando a las figuras míticas que centran "El fuego invisible" de Javier Sierra que tanto ha puesto en valor el monasterio románico) que, a través de la cotidianeidad, nos hurtaran la consciencia de la trascendencia de una identidad como es San Pedro el Viejo, en el que tanto podemos profundizar en lo sobrenatural a través del arte. Entre el Premio Planeta y la Ruta de los Panteones, se ha producido un contraataque que nos ha vuelto a poner a la vista la colosal relevancia de la gran joya arquitectónica de una ciudad enmarcada en una provincia con una extraordinaria densidad de exponentes de aquella época.

El Gobierno de Aragón anunció ayer una nueva fase de recuperación concentrada en los ábsides y la Capilla de San Bartolomé, que expresa en la práctica la fe en el magnetismo que para millones de personas interesadas en la historia y el arte ha de albergar un monumento que aloja en su simbología tantas respuestas a preguntas que se han formulado durante siglos. En torno a San Pedro el Viejo, a la Catedral de Jaca, el Monasterio de San Victorián y tantos y tantos iconos que erigieron nuestros ancestros, se hallan las fortalezas de nuestra personalidad. Una verdad y un orgullo que debe invitarnos a la reflexión y a la acción para encontrar el metafórico "grial" del progreso centrado en la persona, en el conocimiento y en el carácter individual y colectivo de una provincia. Si no somos capaces de recuperar la presencia permanente de las raíces, difícilmente podrán brotar nuestros sueños.