Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Desempleo, sin trampas

La lectura de los datos de desempleo representa la constatación de la irreductible tentación de muchos protagonistas del debate público de falta de respeto a la madurez presumida a los ciudadanos. No está bien que gobierno, oposición, agentes económicos y responsables de sindicatos quieran entregarnos las conclusiones, en lugar de darnos simplemente los datos y, en todo caso, algunas claves para que como personas formadas e informadas edifiquemos nuestra opinión, guste más o menos, pero con la legitimidad que otorgan todas las libertades en nuestro país.

El paro de febrero ha sido el escenario ideal para este maniqueísmo despreciable al que somos sometidos. Se juega en tan reducido espacio la diferencia en el comportamiento que se concentran en la anécdota y la irrelevancia como si fueran suficientes como para correr un tupido velo sobre el bosque global: que, después de años de crecimiento económico y en una coyuntura más que presumiblemente de inflexión (aunque todo hace indicar que la virulencia en la línea de la erosión no alcanzará los terribles efectos de hace doce años), todavía se contabilizan más de 3,2 millones de personas que demandan empleo con la zozobra de la incertidumbre.

Una auténtica animalada que no admite trampas sino que, por el contrario, requiere la honradez intelectual suficiente como para reconocer la complejidad y la gravedad de una de las lacras estructurales de nuestro país, una demostración de que nuestro sistema económico carece de los resortes para la sostenibilidad del mercado laboral mediante la potenciación de sectores productivos y de servicios que generen riqueza y empleo, con mayor valor y aprovechando las fortalezas que, sin duda, tiene España. Un país cuya debilidad es el juego floral irrelevante.