Opinión
Por
  • CARLOS GARCÍA MARTÍNEZ

La mujer y el pecado original

Hace ahora un año que os dediqué, mujeres, un artículo tan solidario y emotivo como fui capaz? Este año, para no resultar repetitivo y quizá empalagoso, voy a centrar mi homenaje con citas que considero adecuadas al radical enfrentamiento político e ideológico que sufrimos.

Abro pista con una de Alice Munro, Nobel de Literatura en 2013: "Es terrible la suerte de las mujeres, piensa Sofía. ¿Qué diría una mujer si le hablase de las nuevas batallas, de la lucha de las mujeres por el voto y por poder trabajar en las universidades Quizá diría: "pero si no es ese el deseo de Dios". Y si le rogase librarse de aquel Dios y aguzar la mente, la miraría con lástima y terquedad, y diría, agotada: "Y entonces, sin Dios, ¿cómo vamos a aguantar esta vida ". En otro momento aclara la relación: "En aquella época todas las conversaciones con mi madre parecían requerir una estrategia". Aquella época no estaba tan lejos de la nuestra.

Son muchas las generaciones de mujeres que han interiorizado sus cautelas. El retraso del feminismo español se debió al peligro que para la derecha supondría su desarrollo en una España cuyos valores tradicionales, emanados en su mayoría desde el púlpito y los confesonarios, tenían profundas raíces. Estad atentas, pues, porque las derechas de ahora están desatascando a su Dios para ponerlo al frente de su coalición Iglesia-Estado.

Pero no renunciéis tantas a la maternidad, ni vuestros compañeros a decidirla y compartirla. El paradigma de las ofensas contra la femineidad es el increíble relato de la virginidad de María de Nazaret que condena la unión carnal inevitable. Pero relato necesario después de inventarse aquella Eva tentadora del Jardín del Edén como responsable de un "pecado original" y la universal maldición que presupone.

Ahora, muchas de vosotras estáis criando a la siguiente generación para que se sienta igual y libre y nos necesitamos todos para desmontar ese legado secular que afecta a la educación, a la cultura y a la manera de convertir el amor o el deseo en un salvavidas o una trampa.

Lo que me apena cuando escribo sobre ello, es hacer sufrir a las inocentes que se creen esos dogmas y esperan un futuro inacabable y feliz con amigos y parientes.