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  • Diario del Altoaragón

Sin consenso, se difuminan las certezas

Se anuncia la octava ley educativa de España en la democracia, que nace de la misma manera que las siete anteriores: sin consenso y con un proceso de maduración insuficiente como para concebir su perdurabilidad trascendente a la actual configuración ideológica del gobierno. Un año de elaboración, en medio de todas las vicisitudes que ha padecido este país, se antoja insuficiente para la relevancia de la materia, con absoluta seguridad la mayor de cuantos asuntos puedan tratar las instituciones que se agrupan bajo la globalidad del Estado. La enseñanza debe ofrecer a las nuevas generaciones los resortes necesarios en conocimientos, habilidades y actitudes para que se conviertan en unos ciudadanos que entienden que el tesoro de las libertades ha de venir acompañado de la oportunidad de confrontarlas con la responsabilidad para elevar una sociedad más reflexiva y crítica. En las manos de los alumnos, debemos depositar los valores que contribuyen a establecer un sistema de derechos y de oportunidades. Un escenario más justo en el que desarrollar todas nuestras capacidades.

En el proceso de tramitación de la ley, sería recomendable que todos los grupos parlamentarios tuvieran la humildad -gran virtud desde la que crecer- de apreciar que las posiciones maximalistas son incoherentes con la realidad fragmentada de las cámaras y, sobre todo, con la gran misión de identificar lo sustantivo y apartar lo accesorio. Quizás sea una carta a los reyes magos, pero la madurez de una democracia se mide por la visión de sus dirigentes para enfocar correctamente las prioridades y los objetivos, de manera que no se vean sometidos más pronto que tarde a las veleidades coyunturales.

Diario del AltoAragón