Opinión
Por
  • TEÓFILO MARCO ESTELLA

También en lo ordinario

Dicen que, dijo una vez el párroco de un pueblo en un funeral a los vecinos: "Hay que ver, ¡que se tenga que morir un vecino para que la mayoría vengáis a la iglesia!".

Esto sucede también en casos de desgracias materiales, riadas, incendios, etcétera. Entonces ahí van las personas con interés de prestar la ayuda posible. Porque el corazón bueno de las personas aparece entonces. Pero cuando la estridencia de una desgracia no pulsa las fibras escondidas de la bondad, sino que todo se mezcla en lo ordinario, entonces cada uno va a lo suyo, y casi se dice, al decir popular: "El que venga detrás que arree". Es que fácilmente el hombre olvida la necesaria proyección humana, el vivir la ley del amor también en lo ordinario.

Es el mismo gesto de egoísmo que recordaba Juana de Arco: "Mi padre había encargado a mis hermanos que me ahogaran si no me dedicaba a vigilar nuestro rebaño. Entretanto, Francia se desangraba y moría. Por lo visto, Francia podía morir con tal que nuestras ovejas estuvieran seguras".

El que piensa y hace algo por los demás suele disponer de un sano equilibrio psíquico y vital. El egoísta, cruel, duro de corazón, miserable e inhumano, si abriga odios, se va degenerando. Todo esto trastorna la salud, amarga y emponzoña la vida. Dicen que no hay elección: o se pasa por la vida hermoseándola, o la vida pasa por uno mismo aplastándole.

He leído de P. Adriano Suárez: "¿Deseáis salud, dicha, aplausos, popularidad social, la sed de ser amados Amad. No hay otro camino. Amad a vuestros semejantes".

Algo así dice Lope de Vega en un soneto: "Dichoso aquel, mi Dios, que te ama a ti, en ti al amigo con honesta fe, y al enemigo por amor a ti".