Opinión
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  • DIARIO DEL ALTOARAGÓN

Una tarea de todos que no admite demoras

El Consejo de Ministros, con menos prontitud de la deseable, acordó ayer la activación del estado de alarma, por el que los españoles habrán de acatar las condiciones de movilidad y funcionalidad en unas vidas que durante las dos próximas semanas serán del todo menos cotidianas. No hay otra solución, y de hecho comunidades autónomas fueron más diligentes que el ejecutivo central a la hora de decretar cierres de la hostelería, el comercio y otros servicios, después de que muchos de los establecimientos hubieran protagonizado un admirable ejercicio de responsabilidad para adelantarse a la reacción institucional por la observación de la gravedad de la coyuntura sanitaria.

La agresividad de la pandemia ha puesto a prueba tanto la agilidad -mejorable- del gobierno como el civismo de los españoles, y en la diversidad lógicamente se han producido no pocos incidentes que son consecuencia de un estado de nerviosismo desmesurado, que ha aflorado comportamientos muy poco solidarios y muy reprobables.

En el lado opuesto, la admirable conducta de los sanitarios, a los que sin lugar a dudas habrá que rendir un homenaje justísimo cuando la pandemia haya cesado en su virulencia y haya desaparecido, porque en un acto de generosidad sin límites están soportando las durísimas condiciones de esta situación a riesgo de su propia integridad. Y, con ellos, las de muchos profesionales que aportan su servicio a la sociedad en medio de la incomprensión y la fatiga, como es el caso de los trabajadores de la alimentación.

Nos hallamos en una nueva fase en la que España tiene que demostrar, sin fisuras ni tonterías identitarias, el músculo de la unión ante un desafío terrible. Asegurar el funcionamiento del sistema sanitario es clave. Semanas para apretar los dientes y contraatacar.