Opinión
Por
  • Diario del Altoaragón

El virus que llena de dolor hasta el horizonte

El diario de la cuarentena, en su etapa 2, nos puso en la extrema crudeza de la realidad en un lunes, día llamado a desperezarse para alborear la semana en la que nuestra laboriosidad, actitud y talento ha de reportar réditos individuales, familiares y a toda la comunidad. Ayer, por el contrario, en las calles paseaban el vacío, el temor y la tristeza, inquietos por la evolución del virus, preocupados también por lo que nos deparará un futuro incierto. Pocas personas -muestra de civismo-, presencia militar y policial -para quienes exhiben tibieza en su responsabilidad- y una climatología poco propicia para cambiar la sensación del horizonte, que se presume desafiante.

Las empresas de todos los sectores y sus trabajadores vieron sus expectativas inmediatas cercenadas por el cumplimiento del deber, una de las mejores lecciones y una de las esperanzas mientras se suceden los acontecimientos, los contagios, las muertes, los cierres, los expedientes, el retorno de las férreas fronteras y la pérdida de vista de los alicientes de negocio y de ocio. Es, sin embargo, el pueblo español y aragonés resiliente, acostumbrado a sobreponerse a las catástrofes naturales, a los desastres propiciados por el ser humano, a las injusticias y a las crisis de todo orden. Y, por supuesto, exigente, porque cuando el ciudadano se entrega y entrega, tiene derecho a demandar el mejor criterio, las medidas óptimas y la máxima dedicación de sus instituciones.

En el punto cero en el que nos encontramos, con la certidumbre de que durante semanas -ojalá sólo dos- la tierra seguirá cediendo hasta tocar el fondo-, hay que concebir la España y el Aragón del futuro, porque el dolor es insoslayable, pero el sufrimiento está en la senda de nuestro destino, que no hace visitas a domicilio. Preparados en la rampa, hay que ir a por él.

Diario del AltoAragón