Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Prohibido prohibir y gratitud a los empresarios

Prohibido prohibir fue el grito de los jóvenes idealistas franceses que en mayo de 1968 se lanzaron a por el sueño de un mundo más justo, más igualitario, más solidario. La pintada en la pared parisina que se convirtió en un icono de la libertad debiera estar presente en todas y cada una de nuestras imágenes y de nuestros actos. No ha hecho bien el gobierno en endurecer súbitamente las medidas respecto a las empresas con una pretensión negacionista de la realidad, como si aquí no hubiera sucedido nada, como si miles y miles de toda España no estuvieran facturando cero por exigencia y sobre todo por responsabilidad, como si no estuvieran contribuyendo de una manera emocionante a restañar las heridas de un sistema sanitario que no era infalible y que sangraba por los poros del material, insuficiente a todas luces. Los ejemplos de compañías y de empresarios que han donado mascarillas, respiradores, batas, equipos de protección y otros productos para los profesionales y para los ciudadanos merecían una correspondencia muy distinta a la que ha ofrecido el ejecutivo este pasado viernes de dolor.

El decreto que dicta que todos los Erte concluyan cuando termine el estado de alarma no sólo es ciencia-ficción, sino un autoengaño que no traerá sino dolor, desaparición de empresas y destrucción de puestos de trabajo. Frustración. Nada volverá a ser durante un tiempo lo que fue antes de este confinamiento, el consumo se resentirá y quedarán vestigios que tenemos que conseguir que no sean paralizantes. Y habrá de ser escuchando y de la mano de los empresarios. La política inteligente no es condenarlos a la imposición. Prohibido prohibir. Lo que el gobierno tiene que pensar -y rápido- es cómo animar para que las cosas pasen.

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