Opinión
Por
  • JESÚS MARTÍNEZ MADRID

¿El interés superior del niño?

Hoy hay muchos padres, de derechas y de izquierdas, que no quieren que en la escuela se inculque una visión de la sexualidad y de la afectividad contraria a lo que se enseña en casa. Ni que la escuela pública se utilice como altavoz de una ideología de género, que debe ganarse sus adeptos en libre debate en la arena pública, no transmitida como doctrina oficial en los centros educativos.

Para ningunear a los padres en este asunto, algunos invocan "el interés superior del menor", que exigiría: recibir esta enseñanza -impartida por ellos, claro está- para garantizar "su derecho a saber". Pero ¿qué diríamos si la Iglesia católica se empeñara en que la clase de religión fuera obligatoria para garantizar el derecho a saber de todos los alumnos en materia religiosa y superar así la fobia antirreligiosa de algunos En realidad, los padres que se resisten a ser dejados de lado en este asunto no están en contra de que sus hijos reciban una educación afectivo-sexual, sino de que se les enseñe con criterios qué no comparten. Y sin duda conocen más a su hijo y están más interesados en su bienestar que los políticos y los activistas que pretenden saber mejor lo que le conviene.

Es verdad que los hijos no son propiedad de los padres, como tampoco de los políticos ni de los profesores. Pero es a los padres a los que la Constitución española garantiza el derecho a "que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones". Y parece que la concepción de la sexualidad no es ajena a la moral.