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El Rey y el turismo de montaña

Felipe VI se interesó ayer por las repercusiones que el actual estado de alarma está provocando en el turismo de montaña, a través de una conversación con Antonio Gericó, director general de Aramón, quien le explicó la evolución desde el decreto y consiguiente cierre de las estaciones de esquí. Y, de paso, enumeró los planes para el fomento de la desestacionalización de estos destinos, que es una línea que viene desarrollándose desde hace años pero ahora tiene la oportunidad de convertirse en virtud por la fuerza de la necesidad, del esfuerzo y del ingenio de los profesionales que concurren en torno al espacio pirenaico y los valles aledaños a la cordillera.

El monarca, en el que confluyen las cualidades de la observación y el interés por cuanto acaece en toda España, está desplegando una intensa actividad de contacto con los diferentes sectores, sin circunscribirse exclusivamente a las grandes compañías y pensando también en algo tan básico como es la vertebración y el reequilibrio de los distintos territorios de nuestro país. Una percepción que, desde luego, nos gustaría que fuera extensible a toda la clase política y particularmente a aquella que se entrega a veleidades poco edificantes.

El turismo de montaña, en el más amplio sentido del término, es sin duda una de las grandes industrias de nuestra comunidad autónoma y particularmente de la provincia de Huesca. Ha planificado y ejecutado estratégicamente una modernización de las infraestructuras cruciales y ha tirado de talento para erigirse en un atractivo apropiado para los practicantes de deportes y también para un disfrute familiar. Se ha mimetizado en el terreno y hoy, ante la crisis en ciernes, tiene que cerrar filas para arrancar más robusto y sostenible, con el apoyo edificante de nuestro Rey.

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