Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Veinticinco días aplaudiendo

Llevamos 25 días aplaudiendo. De China no hemos importado sólo el maldito virus, sino también su milenaria sabiduría. Su refranero que abunda en que, si te caes siete veces, tienes que levantarte ocho. Por sensibilidad, sentido y responsabilidad, por solidaridad, caemos todos los días en los momentos de pesadumbre, de dolor, de acompañamiento en el sentimiento a las víctimas y a sus familiares. Por empatía, acompañamos a los enfermos en las ucis, en los hospitales o en la triste cuarentena. Por admiración, ovacionamos a las ocho de la tarde a los profesionales sanitarios, que luchan sin desmayo por su juramento de no dejar a nadie sin auxilio aun a pesar de su riesgo aunque el sistema no les haya provisto de las herramientas que merecen por su magnanimidad y competencia, nos rompemos las palmas por las Fuerzas de Seguridad que se multiplican por mil para garantizar el normal desarrollo del confinamiento, aclamamos a los trabajadores del comercio y de todos los sectores llamados esenciales, que en el eufemismo olvidamos que no sólo lo son en esta compleja situación, sino siempre. Y extendemos el reconocimiento a todos los que, como en la famosa medalla del amor que agasajaba a las madres en su día, dan todo sin pedir nada.

Y, cuando salimos cada tarde a este acto cívico irrenunciable y glorioso, estamos añadiendo patrimonio al tesoro ético de un país maravilloso, que ni siquiera en determinadas miserias se detiene porque lo esencial es entender que el camino que recorremos exige darnos metafóricamente la mano, poner el hombro al prójimo y abrazarnos. Esa es la España real, la respetada e inspiradora que, en el borde del precipicio, se remanga para remar en lo sustantivo y dejar a un lado lo accesorio. No hay que perder el tiempo. Y no debemos dejar de aplaudir. Hoy, día 26. Gracias.

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