Opinión
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  • Diario del AltoAragón

Recogimiento y responsabilidad individual

Hoy es Domingo de Resurrección. El final de un ciclo litúrgico definido por la oración y la expresión de recogimiento en las manifestaciones de la fe. La fecha postrera, en nuestra sociedad tan entregada al legítimo ocio, de unas vacaciones que otrora recorrían millones y millones de kilómetros en estancias familiares y comunitarias, en encuentros y reencuentros, en retornos a las raíces y aperturas hacia la pasión de lo ignoto. Una jornada en la que las procesiones son gloriosas y antaño el sol salía a la vez que brotaba la música desde la intimidad de la sacra a las más alegres del pop o de cualesquiera estilos disfrutaran las generaciones. Cada experiencia tiene su aprendizaje. Como asegura Pepe Mujica, el expresidente uruguayo, el ser humano mejora más su condición en el dolor y el sufrimiento que después de los triunfos. Y en esa tesitura nos hallamos, postrados por una tristeza propia de la sensibilidad del corazón humano, tratando de hallar respuestas racionales, impulsando a pulmón nuestras esperanzas en las convicciones de nuestro civismo.

En el nuestra íntima meditación –llámese rezo, trátese de reflexión-, lloramos y rendimos tributo a nuestros mayores, los grandes damnificados de esta tragedia masiva. Y lanzamos un ánimo silente hacia quienes se exponen, para la salud de todos, en los centros sanitarios, en las carreteras, en la limpieza, en sus espacios de trabajo o en sus oficinas. Les debemos, a todos, una vigilia. Es la liturgia de la responsabilidad individual (la pública, con miles y miles de muertos, habrá de ser dirimida una vez despejado el peligro), la que no debemos eludir por nuestro compromiso moral, por el deber de estar con nuestros hermanos que luchan y nuestros hermanos que sufren.