Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Muescas que se clavan en el corazón del sistema

Exactamente igual que ensalzamos el comportamiento ciudadano, admirable en el confinamiento por su resignación y responsabilidad, extraordinario cada jornada a las ocho de la tarde en el aplauso a los profesionales que nos protegen, cada fallecido es una muesca que se clava en el corazón del sistema que, pretenciosamente, forrábamos con toda clase de artificios terminológicos atribuyéndole un lugar de privilegio en una pretendida competición que, empero, se ha quedado en una manifiesta falta de competencia ante un cataclismo como el que padecemos. Esas hendiduras son especialmente peligrosas cuando los que fenecen son los sanitarios en unos tiempos en los que la dotación de protecciones es manifiestamente mejorable como reconoció el propio presidente del gobierno, o los guardias civiles o policías caídos en acto de servicio ante un enemigo que no ha de ser reducido tras cometer ningún delito salvo que así queramos considerar este desajuste biológico fatal.

El tributo ayer al primer médico muerto en primera línea de lucha contra el coronavirus debe ser un símbolo de la urgencia de dotar a quienes asisten nuestra sanidad con los mejores materiales disponibles en el mercado, conscientes de que la garantía total no existe, pero sí al menos es imperativamente exigible al Estado que sea diligente y eficaz en el suministro de los recursos que acompañen el conocimiento, la habilidad y la entrega de los galenos, de las enfermeras y de todo el complejo de la salud. Y ha de constituir igualmente una enseñanza para evitar en lo sucesivo los errores, los desdenes, las cicaterías, las descoordinaciones y la autocomplacencia. La calidad de un país se ajusta a su capacidad de responder en la proporción de las amenazas, bajo el concepto de que más vale prevenir que curar. Gloria a los héroes.

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