Opinión
Por
  • MARIANO PLANA BLANCO

Reflexiones durante el confinamiento

Binéfar está en cuarentena, como España entera y muchos más países. Las mañanas ya empiezan a ser más templadas debido a la estación en la que estamos. Hace unos días nos despertó la lluvia escapándose corriendo hacia los desagües, como si quisiera desaparecer. Hoy, el sol y el canto dulce de unos pájaros que vuelan libres nos hace pensar que estamos en medio de la naturaleza. Silencio. Las calles vacías. Miras hacia un lado, hacia el otro: soledad.

Las tiendas de alimentación o farmacias rompen el mutismo con sus puertas abiertas. Las colas en las calles representan que la gente toma conciencia de dejar un metro de distancia entre unos y otros. Las mascarillas y los guantes invaden el asfalto y las basuras de las casas. De vez en cuando, pasa un coche, o la máquina para desinfectar, es un momento mágico, oyes algo.

El sigilo permanece todo el día, las avenidas siguen silenciadas, la gente permanece encerrada en sus casas. Dos minutos antes de las ocho de la tarde, el reposo se rompe; las murallas abren sus puertas y ventanas y los vecinos hablan, gritan, ríen, aplauden. Se escuchan sirenas, canciones como el Cumpleaños feliz o el ya famoso Resistiré. Terminan los aplausos. En mi barrio, jugamos al bingo, se oyen risas y más risas. Cantan bingo: tristeza. Nos despedimos. Las persianas se bajan: soledad, silencio.

Otro día ha pasado, esto significa que entramos en la cuenta atrás para volver a disfrutar de la vida cotidiana y tras esto, valoraremos a la gente, los abrazos y los besos. Un día más es un día menos para volver a vernos. A pesar de las circunstancias, el ánimo y la alegría han de estar presente en nuestro día a día, para ayudarnos a seguir adelante en esta tan atípica situación.