Opinión
Por
  • ÁNGEL PINTADO,exdiputado y amigo

In Memoriam. Santiago Lanzuela

¡Quién podría haber aventurado tu partida! Me impresionó la conversación que tuvimos en tu casa hace pocos meses, recién superado el ictus por el que los médicos te habían desahuciado. Recuerdo tu alegría de vivir, y el agradecimiento por tantas las cosas que habías recibido en tu larga trayectoria: por el querido Aragón y la siempre recordada Cella. Me impresionó también el reconocimiento mostrado hacia todos los que, a lo largo de tu vida pública, habíamos colaborado o compartido proyectos contigo.

Son muchos los recuerdos que se agolpan, y muy difíciles de expresar. Hombre de pocas palabras, dabas a todo un sello muy personal. En tu dedicación a la política, has ido siempre al grano, y poniendo con generosidad lo que ha estado de tu parte para lograr el interés general y el bien común de las personas. Mucho tiempo después de haber cesado en tu responsabilidad como presidente del Gobierno de Aragón, tus colaboradores seguimos siendo tus amigos. Desde Jaime, hombre fidelísimo y leal, con tantas horas al volante de tu coche de presidente, hasta Tomás Solans, responsable de protocolo, sin olvidar a Gema, tu efectiva secretaria, o los miembros de tu Gobierno: Manuel Gimenez Abad, José María Jordá, y un sinfín de personas a las que ganaste su confianza por tu compromiso, honradez, y amor a Aragón.

De los grandes personajes de la Historia hablan los libros y sus conciudadanos. Sobre tu persona, además de los mencionados, hablan también las gentes que te conocieron de cerca. Cuando redacto estas líneas apresuradas, nada más enterarme de tu fallecimiento, recuerdo un viaje de carácter familiar que hicimos a Roma. Viniste con tu esposa, Manena, con motivo de un Encuentro Internacional de la Familia convocado por San Juan Pablo II. Al finalizar el evento fuimos a comer en Piazza Navona. Joaquín Paricio, fallecido hace unos años, hacía las veces de "introductor de embajadores". Nuestra sorpresa al entrar fue grande: advertidos por Joaquín, los camareros formaban en la puerta para recibir al personaje. Fue una delicia de cariño, simpatía y saber estar por tu parte, que hizo de aquella anécdota y el rato que siguió a continuación una velada inolvidable.

Gracias, Santiago, por todos tus desvelos por Aragón y por España. Son múltiples los proyectos que impulsaste: desde el Consejo Regulador de la D.O. del Somontano, hasta el inicio del proceso de la recuperación de los bienes de Aragón, en la que fue un momento importante la entrañable reunión privada con D. Ambrosio Echevarría y Domingo Buesa; pasando por la línea del AVE a Zaragoza, con su estación en Zaragoza Delicias, en tiempos de la alcaldesa Luisa Fernanda Rudi; la estación en Calatayud, con el alcalde Fernando Martín; los proyectos de las estaciones de esquí en el Pirineo y Javalambre; el plan de regadíos en Monegros, y tantos otros retos a los que hiciste frente con ilusión y con dedicación. Recuerdo aquella partida de cartas en Candasnos, con José Vicente Lacasa y Andrés Pueyo, su alcalde, que tan buen fruto trajo a aquellas comarcas. Son cientos de anécdotas, reuniones, viajes, siempre pensando en cómo servir mejor a esta tierra aragonesa que fue tan tuya.

No quisiera terminar estos recuerdos, escritos a vuelapluma, sin mencionar algunos aspectos fundamentales en tu vida: fuiste siempre una persona de corazón, honrado a carta cabal, y austero. Pusiste en todo lo que emprendías toda tu cabeza, y de manera especial tu corazón. Te distinguió una sensibilidad especial por la riqueza de nuestra cultura, la belleza de nuestros paisajes, la personalidad de nuestras gentes… Santiago, tú has sido un amigo de verdad: decías a la cara lo que pensabas, siempre con ánimo de ayudar, y tirar de las personas hacia arriba. Fuiste capaz de sobrevolar los sinsabores, que alguna vez encontraste en la política, y descubrir lo mejor de cada uno. Personas como Hipólito Gómez de las Roces, Manuel Giménez Abad, Ramón Tejedor, Emilio Eiroa, Alfredo Arola, Juan Antonio Bolea Foradada, entre otros muchos, de diversas fuerzas políticas, fueron tus amigos, y en esa condición te recordarán siempre.

Hoy he hablado con tu amigo de corazón, Luis Acín, que tanto ha bregado por nuestra tierra contigo. Me ha dicho que, aun sintiendo una gran pena por tu partida, siente el consuelo de pensar en el ejemplo de la vida intensa gastada, y en la huella profunda que has dejado en Aragón, y en multitud de personas. Muchas gracias por todo, Santiago. Descansa en paz. Confío plenamente en volvernos a encontrar para darte un gran abrazo, el abrazo de la vida.