Opinión
Por
  • CARLOS GARCÍA MARTÍNEZ

Posibles e imposibles

Escribía hace unos días Fermín Bocos, columnista nada sospechoso de izquierdismo, un artículo que remataba sentenciando que ante los problemas de la pandemia y frente a la tentación totalitaria, "será el momento en el que los partidos socialdemócratas y la derecha democrática estarán llamados a salvar otra vez a Europa de sus demonios". La construcción europea, pese a sus fallos, decía, sigue siendo la mejor idea política del siglo XX".

"Los partidos socialdemócratas y la derecha democrática", precisamente. También en España. Pero mientras puede admitirse, en general, que los primeros ocupan en este momento su propio espacio ideológico, a la derecha española le falta demasiado para poder considerarla acreedora a ese adjetivo concreto. En ningún momento ha sido un partido de centro-derecha, ni por su querencia ideológica de la dictadura, ni por los residuos de un nacional-catolicismo beligerante - reactivado nerviosamente en estos momentos- ni por el respeto a la memoria histórica, las fosas, su resistencia al cambio de nombre de algunas calles, etcétera, etcétera. Y para qué enumerar el inacabable currículo delictivo de muchos de sus dirigentes y décadas de sustanciosos sobresueldos opacos que engrosaron regularmente los ingresos de la cúpula, incluido Rajoy, que parece no haber roto un plato en su vida; solo ordenadores Entretanto, en España hay cuatro partidos nacionales importantes, los nacionalismos que apoyaron la moción de censura y algunos sueltos y capaces de influir en el parlamento. La estabilidad del país sigue en sus manos, pero si fallase la precaria mayoría nos estaríamos acercando a la tormenta perfecta. La derecha-derecha y la ultraderecha parecen pretender, para llegar a algún acuerdo, ora que salga Unidas Podemos del Gobierno, ora que el presidente sea otro, u otra. O un Gobierno de "Salvación", cuyo nombre tiene su sentido, porque se ven perdidos, compitiendo además entre ellos por el mismo electorado. Con Ciudadanos ya no cuentan porque Inés Arrimadas parece haber abandonado las arrogantes exclusiones del egocéntrico y coqueto Albert Rivera, sin cuyos empeños todo pudo ser diferente.

¿Y...? Por hoy solo quiero pedir a mis lectores que mediten sobre las consecuencias de debilitar al Gobierno, legítimo, que tenemos, y que hagan posible en el futuro, cada vez que voten, un Parlamento manejable. Escribo esto antes de la convocatoria del presidente a partidos, sindicatos, patronal y otros para tratar de poner en marcha un gran pacto que facilite la recuperación económica. Pocos, o nadie, piensan que se vaya a lograr: ni grande ni mediano. Si así ocurre, debería propiciarse, al menos, una lista de acuerdos sobre problemas económicos y medidas fiscales que permitan al Gobierno contribuir a la recuperación de España y tranquilicen a los ciudadanos y ciudadanas.

Uno de los efectos positivos de este largo confinamiento puede ser un "baby boom" como de aquellos más felices años. De momento, a Inés Arrimadas le deseo un feliz alumbramiento, como a todas las que estén en estado de "buena esperanza" en esta época tan dura.

Aplaudamos a los que se lo merecen, que son muchos.