Opinión
Por
  • EDGAR ABARCA LACHÉN (INVESTIGADOR Y PROFESOR EN LA UNIVERSIDAD SAN JORGE,DIRECTOR CIENTÍFICO DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DEL MEDICAMENTO INDIVIDUALIZADO - LASEMI)

Las farmacias en la contención de la pandemia

La red de más de 22.000 oficinas de farmacia distribuidas a lo largo y ancho de la geografía española, que garantiza la presencia de un farmacéutico en las zonas más remotas del ámbito rural donde incluso ya ha desaparecido el médico, constituye un sólido tejido sanitario, ejemplo modelo para muchos países y que debería ser mejor aprovechado en tiempos de una crisis sanitaria como la que estamos viviendo.

Una de las funciones que están en el ADN de nuestra profesión, además de toda esa labor visible y conocida relacionada con los medicamentos, como son su custodia, control, elaboración individualizada y dispensación, así como, a su vez, garantizar una gestión efectiva de los tratamientos farmacológicos, pasa por ayudar a mejorar la eficiencia del sistema sanitario y la salud pública.

Por ello, en los tiempos de pandemia COVID-19, no hemos dudado un segundo, pues es nuestra misión, en difundir información contrastada sobre medidas de protección, autocuidado y salud pública; hemos recomendado y apoyado sin fisuras las políticas nacionales para fomentar y empujar el aplanamiento de la curva, y estamos intentando contribuir con ahínco a que el sistema de salud sea lo más eficiente posible intentando, en colaboración constante con atención primaria, fomentar el confinamiento, informar de manera infatigable y tranquilizar a nuestros pacientes, muchos de ellos mayores, acerca de la situación.

Estamos experimentando una etapa que cambiará para siempre nuestra forma de trabajar y, como el resto de profesionales sanitarios, estamos continuamente formándonos y adaptándonos a situaciones cambiantes que nos obligan a modificar día sí, día también, nuestros protocolos.

En mi opinión, más de uno debería fijarse en lo que con un ingente esfuerzo e imaginación hemos podido llegar a hacer para proveer a nuestros pacientes de EPIS (Equipos de Protección Individual). Cada oficina de farmacia española se ha intentado anticipar, no sin enormes dificultades y grandes sacrificios, a los acontecimientos, elaborando geles higienizantes de manos (sacando el alcohol casi de debajo de las piedras), adquiriendo guantes y mascarillas e intentando dar continuidad a los tratamientos crónicos de pacientes cuya medicación se ha visto desabastecida, como son los derivados de cloroquina.

Hemos demostrado nuestro gran potencial para cubrir esas necesidades de manera ágil y eficiente, por mucho que luego nos bajen los precios o unos pocos tengan la tentación de creer que especulamos. Estamos muy por encima de eso.

Pese que Fernando Simón piense que no seamos profesionales de riesgo, la pandemia ya ha causado la muerte de una decena de farmacéuticos, 48 farmacias han cerrado y en torno a 500 profesionales han sido ingresados o están en cuarentena. Y por ello, hemos tenido que protegernos cada día con más intensidad mediante mascarillas, guantes, mamparas, pantallas, sistemas de control de distanciamiento interpersonal e incluso sistemas de dispensación telemática en coordinación con el centro de salud de referencia.

Pero aún podríamos hacer todavía más. Para contener realmente la pandemia se necesita cribar a la población mediante test. Eso lo indican todos los grandes expertos en salud pública y es así como se ha hecho con éxito en países como Corea del Sur.

Ahora un grupo de expertos convocados por el Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada, estiman que si se efectuasen 100 test de COVID-19 en cada una de las 22.109 oficinas de farmacia comunitaria que hay en España se superarían los dos millones de pruebas diarias, llegando a los 12 millones en una semana, lo que supondría controlar a toda la población española en un plazo de entre cinco y seis semanas.

¿Por qué no al menos estudiar esta opción más que razonable? En un sistema que debería estar absolutamente coordinado, con expertos que interpretaran los resultados y tomaran las decisiones finales, ¿es tan extraño pensar que la farmacia, como punto sanitario con personal altamente formado y motivado, con mayor accesibilidad para el ciudadano, no pueda colaborar con el resto de profesionales en esta tarea que urge y mucho? Necesito ser ingenuo y pensar que, si no cuentan con nosotros, es porque desconocen realmente quiénes somos, nuestras potencialidades así como la labor que efectuamos. Lo demás sería negligente.